la fe de mis mayores ya no vierte
su apacible fulgor en mi camino:
¡mi espíritu está triste hasta la muerte!
Busco en vano una estrella que me alumbre;
busco en vano un amor que me redima
mi divino ideal está en la cumbre,
y yo, pobre de mí, yazgo en la sima...
La lira que me diste, entre las mofas
de los mundanos, vibra sin concierto;
¡se pierden en la noche mis estrofas,
como el grito de Agar en el desierto!
Y paria de la dicha y solitario,
siento hastío de todo cuanto existe...
Yo, Maestro, cual tú, subo al Calvario,
y no tuve Tabor, cual lo tuviste...
Ten piedad de mi mal, dura es mi pena,
numerosas las lides en que lucho,
fija en mi tu mirada que serena,
y dame, como un tiempo a Magdalena,
la calma: yo también he amado mucho.
En 1900 viajó a París, enviado como corresponsal del periódico El Imparcial a la Exposición Universal. Allí se relacionó con Catulle Mendès, Moréas, Valencia, Lugones, con Oscar Wilde, y otra vez con Darío...Para saber más pulse aquí.
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