Dos sonetos de Garcilaso de la Vega

Hermosas ninfas, que, en el río metidas, 
contentas habitáis en las moradas 
de relucientes piedras fabricadas 
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas 
o tejiendo las telas delicadas, 
agora unas con otras apartadas 
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando 
vuestras rubias cabezas a mirarme, 
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme, 
o convertido en agua aquí llorando, 
podréis allá despacio consolarme.
En fin, a vuestras manos he venido, 
do sé que he de morir tan apretado, 
que aun aliviar con quejas mi cuidado, 
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido, 
si no es en haber sido yo guardado 
para que sólo en mí fuese probado 
cuánto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas 
donde la sequedad y la aspereza 
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas; 
no os venguéis más de mí con mi flaqueza; 
allá os vengad, señora, con mi muerte!























En 1528 dictó su testamento en Barcelona, donde reconoció la paternidad de su hijo ilegítimo y asignó una pequeña suma de dinero para su educación; poco después da una colección de sus obras a Boscán para que la revisara, y seguidamente partió hacia Roma...Para saber más pulse aquí.

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