Dos sonetos don Luis de Gongora

A Júpiter

Tonante monseñor, ¿de cuándo acá 
Fulminas jovenetos? Yo no sé 
Cuánta pluma ensillaste para el que 
Sirviéndote la copa aún hoy está.

El garzón frigio, a quien de bello da 
Tanto la antigüedad, besara el pie 
Al que mucho de España esplendor fue, 
Y poca, mas fatal, ceniza es ya.

Ministro, no grifaño, duro sí, 
Que en Líparis Estérope forjó 
(Piedra digo bezahar de otro Pirú)

Las hojas infamó de un alhelí, 
Y los Acroceraunios montes no. 
¡Oh Júpiter, oh, tú, mil veces tú!
Al serenísimo Infante Cardenal 

Purpúreo creced, rayo luciente 
Del Sol de las Españas, que en dorado 
Ya trono el Tíber os verá sagrado 
Leyes dar algún día a su corriente.

De coronas entonces vos la frente, 
Vuestro Padre de orbes coronado, 
Deba el mundo un redil, deba un cayado 
A vuestras llaves, a su espada ardiente.

Creced a fines tan esclarecidos, 
Oh vos, a cuyo glorïoso manto 
Sombra son eritreos esplendores,

Y en quien debidamente repetidos 
De vuestros dos se ven progenitores 
El nombre, lo católico, lo santo.





















La crítica desde Marcelino Menéndez Pelayo ha distinguido tradicionalmente dos épocas o dos maneras en la obra de Góngora: el ¡Príncipe de la Luz¡, que correspondería a su primera etapa como poeta, donde compone sencillos romances y letrillas alabados unánimemente hasta época Neoclásica, y el ¡Príncipe de las Tinieblas¡, en que a partir de 1610, en que compone la oda A la toma de Larache se vuelve autor de poemas oscuros e ininteligibles...Para saber más pulse aquí.

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