A tus labios no se asoma
ni la risa, ni el grito, ni la queja.
Estatua fueres en la Atenas vieja,
mujer no fueres en la vieja Roma.
Como estatua de sal, si a veces toma
gesto vibrante el arco de tu ceja,
es porque en tu pupila se refleja
el rojo incendio de infernal Sodoma.
Tú desdeñaste a jóvenes de brío.
Y en matrimonio trágico y sombrío
a un anciano te uniste sin conciencia;
y la justicia del amor burlado,
como que eres de sal te ha condenado
a que te lama el buey de la Impotencia.
Esta vieja herida que me duele tanto,
me fatiga el alma de un largo ensoñar;
florece en el vicio, solloza en mi canto,
grita en las ciudades, aúlla en el mar.
Siempre va conmigo, poniendo un quebranto
de noble desdicha sobre mi vagar.
Cuanto mas antigua tiene mas encanto…
¡Dios quiera que nunca deje de sangrar!…
Y como presiento que puede algún día
secarse esta fuente de melancolía
y que mi pasado recuerde sin llanto,
por no ser lo mismo que toda la gente,
yo voy defendiendo románticamente
¡esta vieja herida… que me duele tanto!…
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