La familia tenía un vecino, el señor Fasto, que pretendía a la señora. Era un tipo avaricioso que se disfrazaba como un tipo amable y atento con la familia pero en realidad era lo contrario.
Un día los niños salieron a jugar al patio de la casa y se encontraron con una vereda que subía a un pequeño monte, los niños guiados por la curiosidad siguieron la vereda aquella. Al final de ésta se encontraron con un viejo pozo de roca que al parecer no contenía agua, estaba cegado y arruinado, pero aún contenía el torno para sacar el agua con la cubeta. Los niños accidentalmente tiraron la cubeta al pozo, en ese momento la madre preocupada llamó a los niños.
Al otro día los niños volvieron donde el pozo y para su sorpresa la cubeta que habían arrojado estaba en el mismo lugar de siempre pero había una nota dentro de ella que decía:
TENGO HAMBRE
Los niños, sin importarles mucho de quién provenía la carta, fueron a su casa y llevaron una jugosa pieza de pollo al pozo y la bajaron con la cuerda.
Al otro día los niños volvieron al pozo y ¡oh sorpresa! la cubeta estaba llena de monedas de oro y alhajas. Desde ese día los niños llevaron comida suculenta y a cambio tenían su magnífica recompensa.
Al prometido de la madre de los niños, el señor Fasto, se le hacía raro que los niños escondieran comida durante la cena y además ya los había visto llegar con monedas; se le hizo muy extraño, así que una noche se encaminó al pozo y comenzó a bajar por la cuerda hacia el fondo....
Al otro día los niños regresaron al lugar del pozo y se encontraron que en la cubeta había una cantidad de oro inimaginable, ropa desgarrada y sangrienta y otra nota que decía:
¡GRACIAS POR EL BANQUETE!...¡QUIERO MÁS!
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