Este mortal despojo, oh caminante,
triste horror de la muerte, en quien la araña
hilos anuda y la inocencia engaña,
que a romper lo sutil no fue bastante,
coronado se vio, se vio triunfante
con los trofeos de una y otra hazaña;
favor su risa fue, terror su saña,
atento el orbe a su real semblante.
Donde antes la soberbia, dando leyes,
a la paz y a la guerra presidía,
se prenden hoy los viles animales.
¿Qué os arrogáis, ¡oh príncipes!, ¡oh reyes!;
si en los ultrajes de la muerte fría
comunes sois con los demás mortales?
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