¡Oh!, si las horas de placer duraran
como dura el calor en el infierno,
si los fulgores del amor materno
duraran para siempre y no cesaran.
¡Oh!, si tantos lamentos no asomaran
en los versos que alberga mi cuaderno,
si todo tu cariño fuera eterno
y los años perdidos no importaran.
Quizá no te hablaría de la pena
que tengo y que me acosa cual arpía
cada vez que tu adiós entra en escena.
Me mata no encontrar tu compañía,
pues todo este silencio me condena
a tener que añorarte cada día.
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