Para ti hija del aire...


¡Oh, cielo de mis alturas!
¡Oh, rincones de la tierra!
¿Por qué no me dais las aguas,
las que deseo beberlas?

¡Bendita hija del aire
que tienes ojos de menta,
y de la fina esmeralda
que alumbran como una estrella!

Tú me regalas nubes
y me regalas perlas
y me brindas margaritas,
pedregales y riberas.

Me regalas caracolas,
el silencio y las leyendas
y me traes gaviotas
y aleluyas a mis penas.

Cuántas cosas me regalas
desde tu barca velera,
las proas de las fragatas,
el canto de las sirenas,
los bucles de espuma blanca
y el coro de las mareas.


Un volar de gaviotas
y esas noches viajeras,
las miradas de los faros,
el gemir de las estrellas,
y una barca solitaria…,
que va muriendo enterrada
entre fangales y arena.

Cuántas cosas me regalas
desde tus liras de seda,
desde tus lunas de plata,
desde las sombras perpetuas.

¿Por qué me das estas cosas,
que abrazan tanta belleza?
Ya no es posible creer
que haya personas buenas,
como los labios del mar
cuando a sus playas las besa.

¿Qué voy a darte yo a cambio,
por estas cosas tan bellas?
Sólo estos versos míos,
para tus ojos de perla,
y ese beso prolongado
con esa ternura ciega,
y los candiles del alma
para ti grande poeta.

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