Caminando hacia el abismo.-Capitulo 17.- Soledad asfixiante.


Capitulo 17.-

Soledad asfixiante.-

En una de las visitas que me hacia mi madre al internado Virgen de los Reyes, conoció mi madre a uno de mis profesores que contrató para que me diera clases particulares para adelantar mis estudios.
Aprendí con el a escribir a maquina y el habito de leer a los clásicos para que tuviera una cultura mas amplia mientras, las clases oficiales me formaban en lo que yo había elegido, delineante proyectista, aunque hasta que no terminé el segundo curso no empecé con las practicas.

El primer año fue muy difícil y triste para mí, había estado dos años viviendo con mi familia y me costó mucho sentirme encerrado de nuevo y estaba mis sentimientos impregnado por el recuerdo de Isabel, esa preciosidad que dejé atrás en Linares. En lugar de estar atendiendo en las clase, me dedicaba a dibujarla en folios al carboncillo y descubrí, lo bien que se me daba el dibujo y lo mal que me iba en las notas, no prestaba nunca atención a las clases...

Un domingo, tuve la sorpresa de la visita de mi madre acompañada por ese profesor que me daba clases, me dijeron que tenían que hablar conmigo y me explicaron que tenían pensamiento de casarse para que yo tuviera un hogar donde ir cuando saliera del internado, me pilló tan de sorpresa que no supe como reaccionar o sentir, solo dije que si ellos lo querían que por mi estaba bien...

Esa noche que yo recuerde fue la que mas he llorado en toda mi vida y aún hoy no consigo entender muy bien porque, pero voy a intentar transmitirlo de alguna forma.

Desde que nací estuve en un internado excepto los dos años de Linares, en ningún momento yo había sentido soledad con tantos niños siempre cerca de mí, para mi eran etapas muy felices pero esa noche cuando mi madre se fue, el internado se convirtió de pronto en una tumba donde sentía una soledad asfixiante, pensaba en Linares y la libertad de vivir con una familia y de pronto viví la realidad de donde estaba, un duro horario desde las seis de la mañana, algunos celadores que parecían haber estado cuidando a presos de campos de concentración y castigos por cualquier cosas, aunque yo siempre fui un candidato ideal por lo travieso que era...

Yo no entendía muy bien por que me sentía así, no había cambiado nada de un día para otro, mi llanto era convulsivo, no podía controlarlo y sentía así una impotencia enorme cuando no encontraba los motivos suficientes para esos sentimientos...
Este es el cuadro de profesores, el numero 9 es D. Francisco Reyes, cuando se casó con mi madre me dio sus apellidos, aunque yo seguí en el internado después que se casara hasta terminar la oficiala de delineante, a el le tengo que agradecer el tener una familia y una casa al salir del internado...Pronto se me pasó la tristeza pues ese año trasladaron del Hospicio de San Luis  a mi amigo Pedro que hacia 3 años no lo veía y la primera gamberrada que hicimos es reunir a unos amigos del internado que estaban hasta las narices de un celador que nos pegaba continuamente por cualquier cosa, era un paracaidista retirado con mas mala leche que una cabra comiendo higos chumbos... 

Le hicimos la espera en un lugar cerca de la piscina por donde el tenia que pasar, eramos siete niños de doce y trece años, al pasar grité, ahora y todos a una nos lanzamos sobre su cuerpo y sus piernas derribandolo al suelo...le destrozamos la camisa, los pantalones y le llenamos la cabeza de chichones producidos por los capones que le dábamos con los nudillos, que es lo que nos hacia el, sin soltarlo, le hicimos jurar que no se lo diría a nadie o cada vez que lo viéramos solo le pasaría lo mismo, 
Jamás volvió a molestarnos a ninguno de los que participamos en nuestro primer asalto...

Solo había una cancela de separación entre nuestra escuela y el manicomio, es esta que se ve aquí...
Alrededor de ese patio están todas las celdas y los dormitorios y dentro había una hermosa iglesia donde íbamos todos, los locos y nosotros, pero cuando estábamos juntos no se notaba la diferencia.
En esa época hubo una inundación enorme en Sevilla y todas las carreteras estaban cortadas, para unos niños algo estupendo por que no teníamos clases, pero nos tuvieron que suministrar comida en barcas y helicópteros, era alucinante y no queríamos que el agua se fuera, pero a la tercera mañana se había roto un muro de contención en Sevilla y toda el agua se fue con ellos, nuestro internado estaba más alto y a dos kilómetros, nos jodimos de nuevo con las clases, pero todo no iba a ser bueno...

Cuando las aguas desaparecieron de los naranjos de enfrente del campo de deporte, miles de topos acampaban y corrían delante nuestro, nos echábamos una competencia para ver quien ganaba metiendo más topo de un puntapié en el aro de baloncesto...¿se puede ser mas cafre?...
Ahora escribiendo esta novela y viendo las fotografías, me doy cuenta que tengo más años que la momia de Ramsés II, pero aún estoy en la flor de mi vida, porque no puedo ser la flor de la tuya,..  

Mientras escribía estos recuerdos, sonó el teléfono, el psiquiatra de Pedro me decía que el pronto estaría bien y quería saber si podía contar conmigo para que se quedara en mi casa, si con usted no puede estar, yo no le voy a dar de alta hasta que Cáritas no disponga de una cama libre en su casa de acogida...yo no tuve que pensarlo mucho y le dije rotundamente que no, no me sentía con fuerzas ni ganas para enfrentarme de nuevo a una inquietud constante...avíseme cuando vaya a salir para ir a verlo que de todas formas quiero hablar con el...después de colgar me sentí mal, pero peor me iba a sentir si lo meto en mi casa, se engancha de nuevo y me hace la vida imposible...

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Ángel Reyes Burgos

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