La poesía no es un privilegio de unos pocos que saben transmitir de forma poética un sentimiento, es más una actitud de ese arte creativo que todos llevamos dentro aunque no sepamos expresarnos.
Hay mucha poesía en un gesto, en una simple mirada, en esa mano que acaricia la cabeza de un niño o el brazo de un anciano, en esas lagrimas que se nos escapan a solas cuando vemos una escena triste en una película en las que dos personas están sufriendo por problemas de amor...
La poesía nos rodea, nos envuelve porque es un sentimiento aunque a veces no fluya hacia el exterior y nos quedemos mudo cuando queremos expresarlo y no encontramos las palabras adecuadas. ¿Cuantas veces hemos aplicado esos gestos que antes he mencionado, por que no nos surgen las palabras y con el queremos transmitir lo que estamos sintiendo?...
Muchas personas me han comentado lo de mi facilidad para escribir poemas o novelas y después me han dicho, ¿Hay si yo pudiera escribir y compartir lo que siento?...y después con todo lo que me dice estoy comprobando que es un excelente poeta aunque no sepan de rimas o de versos, son las que aún sin saber escribir, se emocionan ante un poema, una reflexión o una novela. Tienen una sensibilidad especial y para mi son tan poetas como yo, salvando el echo de que aún no me considero poeta...quizás por lo que antes dije, poeta somos todos...
Hoy se celebra el día mundial de la poesía y yo quiero dejar mi aportación no con una mía, si no con un hermoso poema de Rubén Darío del que quisiera aprender algo...Se titula, a una novia...
Alma blanca, más blanca que el lirio
frente blanca, más blanca que el cirio
que ilumina el altar del Señor:
ya serás por hermosa encendida,
ya será sonrosada y herida
por el rayo de la luz del amor.
Labios rojos de sangre divina,
labios donde la risa argentina
junta el albo marfil al clavel:
ya veréis cómo el beso os provoca,
cuando Cipris envíe a esa boca
sus abejas sedientas de miel.
Manos blancas, cual rosas benditas
que sabéis deshojar margaritas
junto al fresco rosal del Pensil:
¡ya daréis la canción del amado
cuando hiráis el sonoro teclado
del triunfal clavicordio de Abril!
Ojos bellos de ojeras cercados:
¡ya veréis los palacios dorados
de una vaga, ideal Estambul,
cuando lleven las hadas a Oriente
a la Bella del Bosque Durmiente,
en el carro del Príncipe Azul!
¡Blanca flor! De tu cáliz risueño
la libélula errante del Sueño
alza el vuelo veloz, ¡blanca flor!
Primavera su palio levanta,
y hay un coro de alondras que canta
la canción matinal del amor.
Rubén Darío (1867-1916)
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