Y acabé la madrugá,
Viéndote a ti, gitano,
En silencio sepulcral,
Secando mi lagrimal,
Con el alma en la mano.
Dos esperanzas tenía,
Una verte por triana,
Y otra por correduría,
Y no te vi pero sentía,
Tu pureza y resolana.
Sólo atrás pido volver,
Tras pasar este quinario,
Para verte envejecer,
Mi señor del gran poder,
Y olvidar este calvario.
Poema de:
Miguel Ángel Reyes
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