Se quedó dormida, se cerró la herida.
Se quedó en silencio su voz tan querida;
marchó a lo profundo valiente y osada.
Huyó en silencio sin decirnos nada.
El mar fue refugio y apagó su llama.
La miró la luna con que ella soñaba…
Se volvió muy blanca de nácar y nieve,
borrando la huella de su paso breve.
Eterna es ahora. Nos dejó su huella:
amores y quejas, nieves y cristal.
Llena toda ella, tan leve y pequeña
llevaba en su alma amor-manantial.
Plena de poemas ofreció risueña,
su encanto y tristeza, divina y real.
De su lucha tanta, ella fue la dueña,
aguerrida y fuerte como el vendaval.
Se quedó dormida, silenció su ego.
Tal vez con un ruego, lloraría quizás…
soltó sus amarras, liberó el apego
y en nocturnas olas encontró la Paz.
Entonces un Ángel de belleza suma
La vistió de enaguas con la blanca espuma,
Cuando aquellas olas la hicieron flotar…
y sigue dormida en tierra y arena,
rodeada de Musas y Nodriza buena
muy cerca del Cielo muy cerca del Mar.
Ahora ya su amado sabe donde está!
Flora Delmis
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