Cuando los olivos eran...
grandes cántaros de aceite,
la luna movió sus brazos
entre cuchillos de muerte.
Entre sus manos pendían
las navajas de Albacete,
y entre sus ojos brillaban,
los celos de sangre ardiente.
Se batían los hermanos
con estocadas de suerte,
por una mala mujer
que le ensordeció la mente.
Dos gritos llevaba el aire
dos bocanadas de sangre.
Roja se tiñó la luna,
en el campo de olivares.
¡Que suene bien la guitarra
por soleá y petenera
que vienen los dos hermanos
sin sangre roja en sus venas!
porque aquél que quedó vivo
¡También se sangró de pena!
En sus camisas plisadas
traen diez rosas morenas
y un olor con aceitunas
amargas como las tueras.
(© Derechos Reservados)
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