Tengo en mi corazón una bola de cristal llena de luciérnagas,
durante el año, suelo sacarla cuando el peso del mundo oprime mi alma,
las observo y las noticias de la injusticia, malos tratos, guerras y hambre,
se esfuman de mi mente y mi mundo se transforma por encanto.
El peso de la sinrazón humana, que viaja en el tren de la intolerancia,
con los ojos cerrados al sufrimiento ajeno, mirando el centro de su egocentrismo,
desaparece al contemplarlas, dando paso al mundo de mis sueños,
donde cada una de mis luciérnagas que encarnan un alma humana,
no sufren los males de la humanidad.
La vida que me presenta cada alma, vive en un mundo de felicidad perpetua,
no hay cárceles en este mundo tan especial carente de delitos,
jamás un niño fue maltratado o sometidos a vejaciones o abusos,
en donde cada una de mis luciérnagas, carecen de hambre o enfermedad
y el fantasma de la guerra definitiva y la muerte, desapareció para siempre.
Hoy con la cercanía de la Navidad, saqué de nuevo mi bola de cristal
y pude sentirme realmente feliz, al contemplar de nuevo mis luciérnagas
y poder soñar despierto, en la mas maravillosa fantasía de mi vida.
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