Cazador cazado.


En la mañana me despertó el ruido que los perros hacían comiendo y gruñéndose mientras despachaban los pequeños cuerpos de las crías del jabalí  que mataron en la noche, ya habían acabado con tres y al lanzarse sobre otro les di un grito, quietos…
No hicieron caso y mi maza voló hasta el costado del macho que con un aullido de dolor, se postró en el suelo con mirada amenazadora, en mis planes del día no figuraba la caza y quería tener esas reservas de alimento…
Después de saciar nuestra sed en el arroyo, nos pusimos en marcha hacia la otra cueva donde tuvimos el encuentro con los hombres, mi plan se iba a poner en marcha por que no podía dejar con vida a ese hombre que me había amenazado de muerte…

Al llegar a la cueva, comprobé la trampa que en forma de un gran agujero cavado en el suelo y unos palos con puntas clavado en el fondo, nos habían proporcionado más de una suculenta comida de los incautos animales que pisaban sobre los ramajes que la cubrían, sin saber que allí encontrarían la muerte.
Las ramas habían cedido y al acércame oí los lamentos de un hombre que pedía auxilio,
Oiga... ¿Quién está ahí? Sáquenme por favor…al acercarme al borde el hombre palideció… Tuuu, asesino, te mataré hijo de perra…mis risas sonaron como truenos en la tormenta...
Agachándome sobre el agujero, le aseste un golpe seco con mi maza que lo dejo sin sentido, aunque sé que no tendría muchas oportunidades de salir de allí con uno de los muslos atravesándole de parte a parte…

Me acerqué a la cueva a recoger el cráneo de la niña cubierto en parte por restos de piel y pelos ensangrentado y sus enormes ojos azules mirando al infinito…lo llevé donde estaba el hombre y lo clavé sobre una de las picas cercanas a él, me senté en el borde a esperar que se despertara de la anestesia que le había producido mi certero golpe, quería contemplar su cara y no me defraudó.

Al abrir sus ojos, contempló a menos de medio metro y a la altura de su frente, el cráneo de la niña con los ojos que parecían mirarle y un grito atenazo su garganta sin que lo pudiera escuchar, o quizás yo no lo escuché porque mis carcajadas superaban al sonido de su terror…el hombre miraba a la niña y a mi alternativamente como si no creyera lo que estaba viendo, la cabeza de su hija clavada en una estaca y el monstruoso asesino disfrutando y riéndose, pondría todo su empeño en salir de ese agujero y despellejar vivo a ese hijo de puta que se había ensañado de forma tan cruel con su hija…

La noche se acercaba como una maldición que mermaba las esperanzas del hombre de salir de allí y el verdugo de su hija cubría la visión del cielo con ramas y troncos más gruesos. La pierna le dolía y se sintió desvanecer a la vez que se escuchaban los ladridos de los perros cada vez más lejos…antes de perder el conocimiento sonrió, tenias que haberme matado bastardo.

Estuvo inconsciente más de tres horas y al despertar, se renovaron sus esperanzas y su determinación de salir de allí para dar caza a esos tres engendros vomitados desde las entrañas de algún demonio. Agarrado a una pica consiguió desclavarse y subir por otra hasta el borde, el ver las estrellas, le confirió fuerzas para salir con solo un objetivo, despellejar vivo a ese bastardo aunque fuera lo último que hiciera en esta vida...De mi novela Venganza salvaje, para seguir leyendo pulse aquí.

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