Pasé la mar cuando creyó mi engaño
que en él mi antiguo fuego se templara;
mudé mi natural porque mudara
naturaleza el uso, y curso el daño.
En otro cielo, en otro reino extraño,
mis trabajos se vieron en mi cara,
hallando, aunque otra edad tanta pasara,
incierto el bien y cierto el desengaño:
el mismo amor me abrasa y atormenta
y de razón y libertad me priva.
¿Por qué os quejáis del alma que le cuenta?
¿Que no escriba, decís, o que no viva?
Haced vos con mi amor que yo no sienta
que yo haré con mi pluma que no escriba.
Mis recatos, mis ojos, mis pasiones,
más encogidas que mi amor quisiera;
mi fe, que en vuestras partes considera
la cifra de tan altas perfecciones;
el justo limitar demostraciones,
el mudo padecer que persevera;
la voluntad, que en siendo verdadera,
libra para las obras las razones;
todos, señora, os dicen que esperando
están de vos lo que el Amor concede
a los que saben padecer callando.
Si el tiempo vuela y la fortuna puede,
no hay esperar como callar amando,
ni amor que calle que sin premio quede.
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