En un banco de la plaza,
todas las tardes la misma
chica, perdida en si misma
con un silencio que abraza.
En las manos una taza
de café le da su abrigo,
parece el único amigo
de una reina sin corona
en esta olvidada zona
especial para el mendigo.
Sigue cruzando las piernas
antes gemelas de lujo,
bellas de forma y dibujo
jóvenes suaves y tiernas.
Aquellas noches eternas
de perlas oro y zafiros
se volvieron en altivos
gritos de desolación.
Es la dama de un montón
de recuerdos y suspiros.
Duerme siempre de costado
en miles de habitaciones,
que no entienden las razones
de cómo hasta allí ha llegado.
De carácter educado
no se enfurece por nada,
solo esconde la mirada
cuando alguien mira y comenta,
parece esta soñolienta
una madonna olvidada.
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