A veces el olvido puede llegar a ser
más frecuente de lo que imaginamos,
nosotros mismos queriendo o sin querer,
olvidamos amar lo que tanto amamos.
Olvida aquel árbol ya anciano florecer,
olvida su hogar un pájaro y se extravía;
una pasión olvidada ya no puede arder
o alguien ha olvidado que arde todavía.
Se olvida un nombre por algún motivo,
se da un abrazo tardío en caso de luto;
sin olvido el morir nunca es definitivo,
pero si acaso te olvidan… ya es absoluto.
Se olvida en ocasiones un cumpleaños,
olvidamos un lugar al que íbamos antes;
él y ella se miran como unos extraños
porque ambos olvidaron que eran amantes.
Muere un perro de tristeza en el olvido
y una flor en un jardín que olvidado existe.
Olvidas la letra de un poema que has leído
y ya no recuerdas a ningún poeta triste.
No te acuerdas de Dios ni tus manos juntas,
pero si un día lo necesitas sí… así es la vida.
Y a veces por olvidar con miedo te preguntas
si el propio Dios aun siendo Dios también olvida.
Poema original de Álvaro Márquez
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