Algo me pasa, aunque realmente no se que es, cada día que amanece me siento al borde del llanto, las cifras sobre los muertos diarios no consigo asimilarlas, los dramas familiares y de comerciantes son descorazonadores...un halo de derrotismo se apodera de mi en cada instante del día y mis noches se llenan de sombras sin rostros.
Me cuesta dormir, porque un desfile imparable de ojos tristes me miran por encima de una mascarilla que ocultan las sonrisas que tanto alegraban mis días, intento descifrar esos rostros anónimos que me hablan de desesperación y falta de vida y de contacto humano, falta de sueños, zombis derrotados que giran en torno a mi almohada como queriéndose sentir cerca de otro ser humano, pero yo cierro los ojos fuertemente para desterrarlos de mi mente.
Las horas pasan y el sonido de los noticiarios con cifras de la pandemia, martillean mi cerebro con números imposibles, abuelos que mueren de tristeza y niños mirando a sus padres a través de una ventana y con sus bracitos extendidos, sin entender porque sus padres ya no los abrazan... Mi almohada ya no tiene capacidad para absorber más lagrimas cuando miro a la ventana y veo que está amaneciendo...aprieto con fuerza mis ojos enrojecido, negándome a levantarme y salir de nuevo a la calle a enfrentarme a la cofradía de los desahuciados...
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