La guitarra de tus manos
se estrella en caricias leves
contra el fortín de mi cuerpo,
y en un claro amanecer
planta la brisa en mi pecho.
Levanta la vela de mi ser
entrando en un mar intenso.
Perfumada mi boca, que toma,
de tus labios estelas de viento
visten a mi piel de aroma
desatando un infierno.
Se encienden miles de hogueras
entre mi sangre hirviendo
y se abren todos las puertas
de mi corazón latiendo.
En los abismos del sueño
rompen todas las caricias,
los ángulos del tormento.
Y se juntan nuestras bocas
fundidas con nuestro aliento
y son gaviotas rosadas
que nos elevan al cielo.
C.ROMÁN.( © Derechos Reservados )
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