Sonetos de don Luis de Góngora.

La muerte de un caballero

Ave real de plumas tan desnuda, 
Que aun de carne voló jamás vestida, 
Cuya garra, no en miembros dividida, 
Inexorable es guadaña aguda;

Lisonjera a los cielos o sañuda 
Contra los elementos de una vida, 
Florida en años, en beldad florida, 
Cuál menos piedad árbitra lo duda,

No a deidad fabulosa hoy arrebata 
Garzón, que en vez del venatorio acero 
Cristal ministre impuro, si no alado

Espíritu que, en cítara de plata, 
Al Júpiter dirige verdadero 
Un dulce y otro cántico sagrado.
De los mismos.

Peinaba al sol Belisa sus cabellos 
Con peine de marfil, con mano bella; 
Mas no se parecía el peine en ella 
Como se escurecía el sol en ellos.

En cuanto, pues, estuvo sin cogellos, 
El cristal sólo, cuyo margen huella, 
Bebía de una y otra dulce estrella 
En tinieblas de oro rayos bellos.

Fileno en tanto, no sin armonía, 
Las horas acusando, así invocaba 
La segunda deidad del tercer cielo:

«Ociosa, Amor, será la dicha mía, 
Si lo que debo a plumas de tu aljaba 
No lo fomentan plumas de tu vuelo».





















La crítica desde Marcelino Menéndez Pelayo ha distinguido tradicionalmente dos épocas o dos maneras en la obra de Góngora: el «Príncipe de la Luz», que correspondería a su primera etapa como poeta, donde compone sencillos romances y letrillas alabados unánimemente hasta época Neoclásica...Para saber más pulse aquí.

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