Vanesa solo se casó una vez con un naviero de cincuenta y seis años, Pancho, de origen mexicano y afincado en Sevilla, más feo que pegarle a un padre y con las redondeces exageradas de estar comiendo todo el día burritos y tomando cerveza.
Era un buen tipo, empezó de la nada construyendo pequeños botes con sus propias manos, una vida de plena dedicación a su trabajo le hizo aumentar el tamaño de sus barcos y se trasladó a la bahía de Cádiz donde construyó su propio astillero.
El nunca pensó en el matrimonio, tenía suficiente con las visitas continuas a los prostíbulos de los que era un ciudadano V.I.P.
En los primeros escarceos amorosos con Vanesa, ella tuvo que contener más de una vez las ganas de vomitar cuando la besaba, por dentro intentaba convencerse que ese sacrificio merecía la pena y aguantaba el tipo como podía. Pensaba que tenía que hacer de tripas corazón para llevar a ese primo hasta el altar…Leonora siempre le recordaba que ese era su objetivo principal…ese y despacharlo pronto al otro barrio…
Pancho dijo si quiero a los siete meses de conocer a Vanesa y se sentía el hombre más afortunado de la tierra, aunque su mujer le dijo siempre que era virgen y ella gritaba de dolor cuando Pancho intentaba emular a don quijote con su lanza en ristre…gritaba y paraba las embestidas de Pancho que desesperado, volvía a sus recorridos nocturnos para engrasar su lanza…
El naviero ya no trabajaba en sus barcos, pero si le gustaba inspeccionarlo como buen constructor que desea todo esté en perfectas condiciones. Visitaba en el dique seco la zona de babor de su ya casi terminado barco, un andamio colgante se desprendió cayendo al vacío y Pancho terminó viajando por el túnel de la luz mientras escuchaba estas son las mañanitas a los mariachis que había junto a San Pedro…Pancho parecía un burrito relleno de tomate esparcido por el suelo...
El diagnostico oficial fue, muerte por accidente. El cableado del cuadro eléctrico de un servo freno que mantenía el andamio sujeto, se había fundido por un corto circuito…
El jefe de electricista de su naviera recibiría su recompensa, aunque no duró lo suficiente para poderla cobrar, Lucrecia le encargó el trabajo a un Serbio muy discreto bien recomendado y se ahorró ciento sesenta mil euros, que por supuesto iban a las arcas de Lucrecia que era como una caja registradora…
Vanesa reclamó su cuerpo y se lo trajo a su casa de Sevilla, algunas manipulaciones
no del todo legales, le permitieron embalsamarlo y llevarlo al salón de trofeos de la mansión de Lucrecia…
En la comisaría central sevillana, en la unidad especial de homicidios, un agente tenia sobre su mesa tres nombres para investigar, Lucrecia, Beatriz y Vanesa, pronto añadiría dos nombres más a esa lista.
El senador seguía con sus prismáticos y sus grabaciones, que con ayuda de un miembro del servicio secreto, se trasladaron al interior de la mansión de Lucrecia…pero había zonas inexpugnables de la casa, donde no pudieron acceder a colocar vigilancia.
La policía entrevistó a Don Tomás para averiguar algo de lo que podía saber de su anterior protegida Lucrecia, pero el senador se mantuvo firme en que no sabía nada y no volvieron a molestarle…el político millonario, tenía sus propios planes…de mi novela Las damas y el té de las 5, para leer completa pulsa aquí.
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