Cristaliza besos soñados
donados en los quicios
del impulso en lugares
marcados que quedaron
quebrados en el frío.
Aminoran los latidos helados
de párpados indiferentes y
cansados recorriendo lentamente
como sabia espesa, entre ramas
de un místico aún joven y
magullado cuerpo deseado.
Ya no hay llantos por tristes
pasados ni lamentos casi
silenciados; hay astillas
oxidadas afiladas por el
tiempo, que acumulan
intentando, en labios
sin clausura, sellar con
con saliva aspera los
olvidos no olvidados.
El dolor tan intenso
casi vive sin sustento,
no se siente de uno mismo
y se observa como ajeno.
No se culpa la ignorancia
Ni es la inteligencia la que gana
Pues tanto es de inteligentes e
ignorantes ser ¡cobardes!
entre engaños y farsas.
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