La España negra, XXVI

Vuela mi pluma aunque dudosa
por la vertiente de un negro cielo
y abriéndose mi pecho como rosa
liba con palabra una mariposa en vuelo.

Pretendiendo estoy con mi escritura
plasmar en poema con verso borrascoso
lo que sin haber vivido es desgarro
de una lucha que fue albedrío
y que hoy es tiempo de reposo.

España, la de olivo, mar y guijarro,
la suspendida en mi pluma con brío,
la que se revela contra todo desvío
que no sea, la de su patria enlutada
y encauzada al pasaje más sombrío.

Aquella que vencida por falsa sonrisa
en su victoria, poso hoy mi mirada,
en el general, que tomándola sumisa
hizo de ella una España esclavizada.
Mandaba, fusil, plomo, y tanque de acero
y a la tropa que ordenaba en comitiva,
con dientes de fiero carnicero
dejaba en la gente su miedo de saliva.

Arrasó la libertad y plantó sus poderes
cerrando la boca, del que con pocas ganas
no estaba de acuerdo con sus cuartanas,
o con el que no cumplía, sus mandatos deberes.

Dictador, así tu alma nunca descanse,
vagues siempre, por infierno sediento;
sin entrar al cielo donde alcance
a los hombres que dejaste sin aliento.



Clotilde Roman
Derechos reservados.

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