A restaurar tornaba el nuevo día
la aurora, cuando el sueño le mostraba
al pastor principal que nos guardaba,
la imagen que, ya muerta, en él vivía,
diciendo: ¡Oh parte que del alma mía
fuiste la que viviendo más amaba!,
del Reino que en el Trino acá esperaba,
por consolarte, el Señor de él acá me envía.
Cesen, pues, ya las lágrimas y el luto;
¿a qué sirve llorarme, si mi suerte
pasó de grande a muy mayor estado?
Alégrate, pastor, y con el fruto
del árbol mío que cortó la muerte,
consuela a ti y al español ganado.
Si está en opinión, Lavinio caro,
del más dulce pastor, del más sabroso,
si por mil buenas partes glorioso
te ha hecho el cielo señalado y claro,
¿por qué de tu cantar único y raro,
del estilo tan alto y tan famoso,
de las pinturas de tu mal rabioso,
pues tan honrosas son, eres avaro?
Ya que el mundo escuchar no te merece,
¿no miras que no es bien entre los bienes
si no se comunica y se reparte?
Ni en leyes de amistad se compadesce,
pues das a todo el mundo lo que tienes,
que de tanta virtud no nos des parte.
Pasó mucho tiempo en la corte del príncipe de Ascoli, Antonio de Leyva, al que dedicó numerosos poemas, y frecuentó también a Luis de Leyva y al insigne humanista y poeta Diego Hurtado de Mendoza...Para saber más pulse aquí.
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