Minutos, horas, días, años siguen acumulándose. A cada paso crece el escepticismo, la melancolía incluso, pero a veces, como sucede en este poema de Joseph Brodsky titulado ‘1 de enero de 1965’, hasta en los momentos más oscuros hay lugar para una revelación inesperada:
Los Reyes Magos olvidarán tu nombre.
Sobre tu cabeza no brillará ninguna estrella.
Sólo persistirá un fatigoso sonido,
el ronco rumor del temporal.
Se proyectarán las sombras desde tus ojos cansados
al morir la solitaria vela junto a tu cama,
pues aquí el calendario sigue criando noches
hasta agotar las reservas de velas.
¿Qué provoca esta melancolía?
Una larga melodía familiar.
Vuelve a sonar. Pues adelante.
Que suene desde esta noche.
Que suene en la hora de mi muerte,
como agradecimiento de los ojos y los labios
por aquello que a veces nos empuja a alzar
la mirada a lo profundo del cielo.
Contemplas en silencio la pared.
Tu calcetín mira boquiabierto: no guarda ningún regalo.
Es evidente que eres ya demasiado viejo
para confiar en el bueno de San Nicolás;
que es ya tarde para milagros.
Pero de repente, al levantar los ojos
hacia la luz del cielo, te das cuenta:
tu vida es un puro regalo.
Joseph Brodsky (en ruso: Иóсиф Алексáндрович Брóдский, Iósif Aleksándrovich Brodski; 1940 - 1996) fue un poeta ruso-estadounidense de origen judío, nacido en Leningrado (actual San Petersburgo) y fallecido en Nueva York. Se lo considera el poeta más grande nacido en la época soviética y, acaso con la sola excepción de B. Pasternak y A. Ajmátova, el más importante en lengua rusa de la segunda mitad del siglo XX. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1987...Para saber más pulse
aquí.